
El valiente humanoide J retozaba feliz en la cama junto a la bella ninfa E en una luminosa tarde de marzo. Todo parecía indicar que la tarde derivaría en una sudorosa experiencia de intercambio de fórmulas y disquisiciones intelectuales de alto voltaje entre el primate macho y la primate hembra. El revoltillo de sábanas ya empezaba a mostrar todos los síntomas propios del calentamiento global motivado por la inteligente conversación de esos dos cráneos privilegiados cuando de pronto oyeron un estruendo que provenía del exterior:
- Ay, ay, ay! Policía! Policía! Aquí! Aquí!
Gritos, llantos, alaridos, mugidos provienen de la calle. Sin saber qué pasa exactamente, la pareja detiene sus actividades intelectuales y afinan sus oídos para escuchar qué sucede:
- Policía! Que acaban de tirar una bombona de butano por el balcoooón!!!
Los dos héroes urbanos se quedan quietos en el lecho esperando que el devenir de los acontecimientos vuelva a su estado inicial. Mientrastanto, el rumor de la calle continuaba incesante:
- Niño! Niño! Métete pa dentro! cuidado! Ayyyy!!
- ¿Pero se va a tirar? ¿Se va a tirar?
- Ata jamalaSán!! Ata jamalaSán!!
- Jodeeeer!!
En ese momento: "Din-Dong!" J sale disparado de la cama en dirección a la puerta con la única protección corporal que su masculina piel. Instantes antes, en una profunda reflexión que casi acaba con el 95 por ciento de su masa encefálica, piensa: "me pongo la bata".
- Buenas tardes señor.
- Buenas tardes honorable policía, ¿sucede algo? - dice con voz temblorosa intentando aparentar un control absoluto de la situación
- Verá, acaban de tirar un bombona de butano a la vía pública desde el balcón contiguo al de usted, y mi compañero y yo nos preguntábamos si podríamos acceder al susodicho piso por su balcón, ya que el perturbado que ha ocasionado tales desperfectos se niega a abrir la puerta a las fuerzas del orden.
- Ah!!! Ningún problema! Pasen, pasen, síganme, yo les acompaño - dijo peinando con su mano la escarola de pelos que tenía en la cabeza.
Los agentes se dirigen hacía allí y deciden no intentar un salto imposible de balcón a balcón. No por la distacia, sino por la cantidad de mierda que acumula en tan poco espacio el balcón del que provienen los proyectiles. Los polis se miran entre ellos con cara de resignación, diciendo, "Tendremos que llamar a los bomberos" En ese momento, J piensa una posible solución al conflicto que sin duda lo elevaría a la categoría del Héroe Nacional del Raval, " ¿Y si apoyamos mi escalera de mano entre las dos barandillas y gateáis sobre ella?" Antes de articular la primera sílaba descarta la idea...
- Pues nada, muchas gracias por su colaboración.
- ¿Pero, qué ha pasado exactamente? - musitó J
- Han dejado solo a un chico deficiente mental en la casa de al lado y parece que ha entrado en un alocado éxtasis destructor lanzando todo tipo de objetos a la calle. Tendrán que venir los bomberos para que podamos intervenir. ¿Por casualidad tiene algún teléfono de contacto de sus vecinos?
- No, no tengo ningún número, pero una duda me acecha agente, ¿hemos de desalojar el edificio?- preguntó con decisión - Es que tendría que vestirme y tal...
- No, no hará falta. Contestó el joven poli con cara de alucinado.
- Vale, pues si necesitan algo más ya saben, aquí estoy, ¡ojo avizor!
J se retiró emocionado para explicar todo lo acontecido a su compañera de experimentos científicos. Salieron al balcón y observaron como toda una horda de vecinos arravaleros, jóvenes con monopatines y guiris todavía sin tostar se amontonaban en la esquina de la calle que había sido acordonada. Algunos flashes se disparaban entre la muchedumbre y al joven J se le pasó por la cabeza saludar a sus conciudadanos con ese admirable gesto con la mano que sólo los Soberanos y los Papas saben realmente hacer... Miró hacía el otro lado y vio al pobre chico con la mirada totalmente perdida, soltando unas extrañas risas que no le hicieron ninguna gracia: "Este tío está fatal" comentó a E. "Anda, sal de ahí y métete para dentro" le contestó E con sensateza.
Poco después aparecieron tres bomberos en extrañas tandas de uno:
- Bombero 1: Hola, ¿puedo pasar?
- Sí, adelante - mientras se apretaba el nudo del albornoz.
- Bombero 2: ¿Puedo pasar?
- Sí, claro
- Bombero 3: ¿Puedo pasar?
- Sí. Oigan, ¿va a venir el alcalde? ¿Dejo la puerta abierta?
Finalmente, los bomberos reventaron la puerta, la policía entró en el piso y los servicios sociales se llevaron al chico para que se tranquilizase. Los señores del fuego saltaron con sus cascos de grillo y sus botas de Herman Monster al balcón de al lado para cerrar por dentro la puerta del primero segunda. Se despidieron del sufrido ciudadano J agradeciendo su colaboración y comentándole que tuviera en cuenta que las plantas que tenía no sólo vivían del aire y que a ser posible, la próxima vez que viniesen, intentase retirar los pantalones, camisetas, sujetadores, calzoncillos, bragas y botellas de ron que tenía desperdigados por el comedor, que esa no era manera de recibir a las visitas...
Y cuando se fueron J volvió con E y le explicó que se sentía un buen ciudadano.
Y cuando se fueron J y E se fumaron un cigarro hablando.
Y cuando se fueron J y E se amaron...